Sufrido, pero muy buscado, muy trabajado y, en definitiva, muy merecido. Porque el Sevilla no renunció nunca a una victoria que se vendió carísima. No jugó una primera parte buena, pero en la reanudación se adueñó del choque, generó fútbol y puso cerco a la portería de Javi Varas para terminar derribando la muralla en los minutos finales. Fue un triunfo justísimo, que además refuerza la idea de Sampaoli, porque el equipo, pese a ir perdiendo, jamás rifó un balón, perseveró abriendo el juego a las bandas y buscando los espacios interiores... Y el empeño tuvo un valiosísimo premio.
El explosivo tramo final del encuentro sintetiza bien la grandeza del fútbol cuando da la cal. Pero la realidad es que los goles nervionenses tuvieron que haber llegado mucho antes, porque la segunda parte que hizo el Sevilla fue de categoría. Para recibir a Las Palmas Sampaoli introdujo un once con cambios, con la gran novedad de Nasri y Ganso, pero repitiendo con un delantero y una defensa de cuatro. No arrancaron bien los nervionenses. Muy pronto Sergio Rico tuvo que salvar los muebles ante Marko Livaja y con el primer cuarto de hora cumplido Tana, con un disparo lejano, hacía el 0-1.
En el arranque Las Palmas le ganó la partida a un Sevilla que encontró su mejor versión en la reanudación
El partido se ponía muy difícil. El Sevilla no encontraba esa explosividad que deslumbró ante el Espanyol. Las transiciones eran demasiado lentas. Casi todo lo que hacían los locales era previsible y tan solo un pase genial de Ganso a Ben Yedder generó peligro, si bien el punta francés no superó a Javi Varas en el mano a mano. Esa jugada fue de lo poco que se puede rescatar de una primera parte anodina en la que los hombres de Sampaoli se fueron a la caseta con el sonoro descontento de las gradas del Ramón Sánchez-Pizjuán.