Justo este jueves 1 de junio se cumplen veinte años, pero la imagen del Sevilla FC desplomado en el Carlos Tartiere sigue ahí. En realidad esa postal de abatimiento colectivo jamás perderá vigencia, porque también de las derrotas, incluso de las más duras, se aprende y se crece tal y como ha demostrado el equipo de Nervión en su trayectoria a lo largo del actual siglo.
De la tragedia de Segunda, a jugar 13 temporadas de 14 posibles en Europa, cinco de ellas en Liga de Campeones, y levantar nueve títulos, seis de ellos continentales… Es la dulce historia, de áspero comienzo, del Sevilla FC en las dos últimas décadas, la clara evidencia de que la fortaleza de una entidad, con el sólido respaldo de su afición, está muy por encima de las desgracias que en un determinado momento puedan asolarla.
El traumático descenso en Oviedo ha quedado como un amargo punto y aparte que lejos de hundir al Sevilla FC lo hizo más fuerte
Aquello parecía el final, pero el paso del tiempo, sin embargo, ha dejado este traumático episodio en un amargo punto y aparte que lejos de hundir al Sevilla FC lo ha hecho más fuerte. Aunque lo pasó mal y le costó volver a flote, el Sevilla no se consumió en las brasas del infierno, hasta el punto de haber cambiado de forma radical su realidad en un siglo XXI en el que los éxitos y los triunfos se han convertido en el denominador común de su ADN.
Por aquello del ajuste de la Liga a 20 clubes, en aquella inefable temporada 96/97 descendían cuatro equipos y promocionaba el quinto por la cola. El Sevilla FC saltaba al Carlos Tartiere con la obligación de sumar de tres y no descolgarse definitivamente del Rayo Vallecano, que dos días antes había ganado al Valencia CF y se acabaría haciendo con el puesto de la promoción. Todo lo que no fuera ganar, en definitiva, suponía el adiós a la Primera División tras 22 años de presencia ininterrumpida. No era un partido más, eran, en realidad, 90 minutos de un drama previsible que acabó de forma cruel con un gol de Maqueda en el minuto 89.