Como en Tiflis, o incluso peor, el Sevilla FC hizo todo para ganar su segunda Supercopa de Europa, pero se fue de vacío después de haber tenido el título en sus manos y ver cómo se le escapaba con el tiempo cumplido. De nuevo el fútbol ofreció su cara más áspera en un torneo que parece que se le resiste al equipo de Nervión. El Sevilla FC hizo muchas cosas bien, dejó su alma en el campo, varios jugadores se fueron tocados, hilvanó un juego trepidante en gran parte del segundo acto, remontó el gol inicial del Madrid e incluso en ventaja se gustó y buscó a su rival… Pero cuando la noche pintaba para idílica Sergio Ramos igualó un partido que se ganaba con justicia y todo lo que podía torcerse se torció.
Eran muchas las expectativas que levantaba la final de la Supercopa de Europa. Principalmente, por ser lo que es, una final continental, pero también porque el Sevilla FC de Jorge Sampaoli se ponía de largo de forma oficial después de varios amistosos y ríos de tinta sobre la revolución de juego y estilo que se pretende lograr. Aunque aún queda mucho, la realidad es que este nuevo Sevilla no engaña ni lo pretende. Con un once con tres centrales, cinco centrocampistas y tres arriba, con Vitolo y Mariano escoltando a Vietto, el equipo se hizo con el balón y se volcó desde el primer momento en el campo del Madrid, aunque durante gran parte de la primera mitad sin hacer mucho daño y con serios problemas a la hora de sacar la pelota jugada, pues apenas se recurría al pelotazo.
El Sevilla arrancó mandando, pero la pegada la puso el Madrid
El Madrid necesitó, sin embargo, mucho menos para hacer daño, con un trallazo de Asensio que sorprendió a Rico y que ponía tierra de por medio a los veinte minutos de juego. El partido se afeaba, pero el Sevilla no se descompuso. Sin embargo, por más que casi duplicaba en pases al Madrid, al conjunto nervionense le faltaba una marcha más, que acabó llegando en el último cuarto de hora del primer tiempo. Al recurrente toque se le inyectó sentido y a cuatro del descanso apareció Franco Vázquez, que le robó un control a Vitolo, conectando un zurdazo inapelable que cruzó al palo largo de Casilla sin que éste pudiera hacer nada para remediar la igualada.