Jugar cada tres días implica olvidarse muy pronto del pasado. De la lógica alegría del pasado jueves en El Gran Derbi, el Sevilla FC pasa a la agridulce sensación de haberse dejado en La Nucía dos puntos que casi saboreaba. Tras el mejor inicio posible de la segunda parte con el gol de De Jong, Diego Carlos en propia meta decretaba el empate final. Justo antes Koundé había salvado ese empate milagrosamente y Mayoral tuvo incluso el segundo a un minuto del alargue.
Como el jueves, el Sevilla dejó pronto claro que quería la batuta del partido y con ella el balón. El juego de toque de los de Lopetegui no tardó en aparecer, pero curiosamente el primer tiro a puerta del encuentro fue granota. Balón interior para Coke, que se encontró con la pierna de Vaclík para que la acción acabase en córner. Los visitantes dominaban y merodeaban por la meta de Aitor, pero la réplica en el apartado de ocasiones llegó a balón parado. Falta botada por Munir en el pico del área que se estrella en el larguero cuando Aitor solo podía comprobar, sin margen de actuación, la trayectoria de la parábola.
Sin goles en la primera parte pese al mayor empuje sevillista
De Jong también la tuvo desde fuera del área, con un disparo que entrañaba mucho más peligro antes de que un zaguero levantinista se interpusiera en la trayectoria y debilitase el tiro. A partir de ahí el Sevilla siguió dominando en posesión y territorialmente, pero los de Paco López se hicieron fuertes en su mitad del campo e impidieron el factor sorpresa hispalense. Sobre todo por la derecha, con Navas y Ocampos desdoblándose continuamente, llegaban balones al área que los azulgranas conseguían desactivar. De nuevo a balón parado y con el descanso asomando, una nueva falta lateral de Banega la peinó Koundé, pero sin la contundencia necesaria como para dirigir el balón hacia la portería.