Las finales no se juegan, se ganan. Eso marcó el devenir del pasado reciente del Sevilla FC. Ahora, por desgracia, toca afrontar otro tipo de finales, pero eso no significa que se les pueda perder la cara. Y aunque tocó sufrir como hacía tiempo en el Ramón Sánchez-Pizjuán, las uñas perdidas bien merecieron la pena con la remontada de los de Sampaoli, que le dieron la vuelta al tempranero tanto de Akieme con un penalti convertido por Ocampos en el alargue del primer tiempo y con un cabezazo de Lamela a 20 minutos para el final. Tres puntos que valen su auténtico peso en oro y que, sobre todo, permiten respirar algo más en la tabla frente a todo un rival directo.
Por muy en rojo que estaba marcado en el calendario el partido de esta tarde, el inicio no pudo ser más inesperado, con un Almería mucho más enchufado y que tras el saque de centro ya merodeó por el área de Bono. Apenas un minuto más tarde y tras una buena galopada de Pozo por la derecha, el exsevillista la puso atrás para la llegada, libre de toda vigilancia, de Akieme, que batía a un Bono que se vencía hacia su palo en el intento de abarcar más espacio. Varapalo más que evidente para los de Sampaoli, que unían a la dificultad ya consabida, un tanto en contra con el partido todavía arrancando. Fueron minutos de poca continuidad, en los que además, Rubi tuvo que agotar su primera ventana de cambios por las lesiones simultáneas del propio Akieme y de El Bilal.
Poca fluidez en los primeros compases, cuando el Almería marcó y quiso parar el juego
Mientras se pudo jugar, el Sevilla fue el único dueño del partido, llegando al área rival con mucha facilidad y viendo más comprometido el hecho de romper la última línea rival, donde el Almería sabía pertrecharse. De hecho pasaban los minutos y no llegaba la primera ocasión entre palos de los sevillistas, acusados por una precipitación muy acompasada con las circunstancias. Para colmo, pasada la media hora y en una falta lateral para los visitantes, un choque entre Telles y Bono obligó al meta a salir en camilla del terreno de juego, lo que obligó a la entrada de Dmitrovic. Para entonces, el Sevilla ya no merecía ni mucho menos un marcador en contra, algo que iba a acabar por remediar, en el primero de los seis de alargue, Lucas Ocampos.
El argentino, recién iniciado el descuento, puso un balón en profundidad para la entrada de Telles, que de forma inteligente buscó la espalda de Pozo, que no tuvo más remedio que derribarle dentro del área. No dudó esta vez De Burgos Bengoetxea, que señaló el punto de penalti. El propio Ocampos tomó la responsabilidad y no falló pegándola al palo derecho de Fernando. El Almería se estiró algo hasta el final, pero las aguas ya habían vuelto parcialmente a su cauce de cara a la segunda parte. Por desgracia, los nervios se volvieron a hacer demasiado notables en la reanudación, con pérdidas muy comprometidas que obligaron a erigir en héroe a Dmitrovic en un mano a mano con Luis Suárez. Para más inri, en esa carrera se rompía Nianzou, que fue sustituido por Bryan.
La segunda parte fue de mucho riesgo para ambos, pero el Sevilla supo imponerse
Aunque el Almería estaba muy atento a las superioridades en campo contrario, el Sevilla se repuso y tuvo ocasiones en las botas de Rakitic y Bryan. Una fase del todo incierta en el partido, que llevó a Sampaoli a completar su última ventana de cambios a media hora para el final. Entraron Acuña, Óliver y Lamela en sustitución de Telles, Ocampos y Suso. El partido era a cara o cruz y Badé sacó un balón bajo palos. Tres minutos después, centro desde la izquierda de Bryan Gil y cabezazo inapelable de Lamela para hacerle el segundo a Fernando y poner del revés la grada de Nervión. No hace falta ni aclarar que aunque lo más difícil estaba hecho, quedaba mucha tela por cortar y lo demostró Luis Suárez, que esta vez de cabeza, volvió a encontrarse con Dmitrovic, espectacular a córner.
En-Nesyri y Lamela tuvieron claras ocasiones para acabar con la incertidumbre y para imponerse también en la diferencia particular de goles, pero casi nadie en la grada miraba tan lejos en esos minutos. Había que asegurar la victoria y el equipo se mostró firme atrás, con un imperial Badé en el juego aéreo, para que Dmitrovic no tuviera que volver a ser el salvador. Siete minutos de alargue y un grito de alivio porque había que ganar y se ganó. Ahora toca hacer recuento de efectivos y pensar en hacer buenos los dos goles del jueves en Estambul, pero eso ya será otra historia.