Pronto se decidió por querer defender los tres palos, debido a su admiración por su hermano y a que quizás para el dribbling ya había otros mejor dotados. Eso sí, en valentía no le ganaba nadie, a pesar de que el estirón que le ha llevado a sus 194 centímetros no lo dio hasta los 13-14 años. Su familia siempre ha estado a su lado en todo momento y él, cariñoso como pocos, lo lleva grabado a fuego. Es como si esa dedicación absoluta para con él simbolizara que todos, cada domingo, se encarnaran en Sergio, bajo el escudo del Sevilla FC, para hacer fuerza y que no que entre ningún balón en las redes que actualmente honra defender.
A pesar de su corta edad, estamos ante uno de esos futbolistas que ha ido cociéndose a fuego lento, quemando etapas, sin saltos bruscos. A los 16 años comenzó a entrenar con el primer equipo, aunque fuera ocasional. Sus actuaciones con el División de Honor, campeón de la Copa de Campeones en Lepe con Diego Martínez, su competencia con Julián en el filial, el poder trabajar, codo con codo, con su ídolo Andrés Palop… todo ha ido metiéndolo en su mochila de aprendizaje. La que ahora tiene que abrir cada domingo para mostrarle a Unai que debe darle la camiseta de titular.
Su futuro, e incluso su presente, está aún por escribir. Sin embargo, está claro que Sergio Rico no es ese chaval calladito que soñaba con jugar en el Sánchez Pizjuán, que de pequeño eligió ser portero con ese anhelo, no. Sergio es ya una realidad, la última incorporación de la factoría de Utrera, de esos jugadores que comenzaron a jugar en campos de tierra con un sueño por cumplir. Esta temporada, al igual que la pasada, está siendo suya, con un papel claramente protagonista.
"Empiezas a vivir cosas que siempre has visto por la tele", dijo tras jugar en Rotterdam en la Europa League
¿Quién le iba a decir el pasado 24 de agosto de 2014, tras la tristeza de caer derrotado en el debut liguero de Segunda B, en el municipal de Arroyo de la Luz, que ése iba a ser su último partido con el filial y que, a partir de ahí, todo sería meteóricamente distinto? Da igual, incluso si alguien hubiera venido del futuro a contárselo, no le hubiera creído. Ni él ni su familia ni nadie. Pero la campaña pasada, ésa que comenzó en un pueblecito de Cáceres, terminó en Varsovia defendiendo con honores la portería del a la postre tetracampeón europeo. Es de película, pero muy real. Las lesiones de Beto y Barbosa le dieron para mostrarse en las jornadas 3 y 4 de Liga y, en segunda instancia, para agarrar la camiseta de su Sevilla en la jornada 21 y ya no soltarla más. En Europa sumó la friolera de 11 partidos. Más allá de la finalísima o las semis –jugó todas las eliminatorias menos la vuelta de cuartos en San Petersburgo-, Unai Emery quiso ponerlo a prueba en ambientes hostiles como en Rotterdam, cuando el equipo se jugaba mucho. Rico lo recordaba meses atrás en la revista Football Club como algo espectacular: “Ves la grada, los gritos, las bengalas y piensas ‘¡madre mía la que tiene que aguantar el portero ahí!’. Empiezas a vivir cosas que siempre has visto por la tele: ese ambiente, 45.000 personas animando sin parar… se te ponen los vellos de punta”.