Juan López Sánchez, conocido como el droguero por ser el propietario del más importante almacén de droguería de Sevilla situado en la Encarnación, compaginó entre 1963 y 1966 tanto la presidencia del Sevilla FC como la presidencia del Círculo Mercantil. Ateneista, su valía y notoriedad social le llevaron también a ser miembro directivo de la Cámara de Comercio de Sevilla.
Con toda seguridad vivió en la presidencia del Sevilla FC los peores momentos que había vivido la sociedad hasta ese momento, pues el club arrastraba un déficit alarmante desde la etapa anterior. La construcción del estadio Ramón Sánchez-Pizjuán condenó a todos los presidentes que se sucedieron durante esta época; la losa económica no permitía a ninguno de ellos hacer grandes dispendios, puesto que todo el dinero que se recaudaba era para pagar a los jugadores y las deudas contraídas por la magna obra.
Tres años duró el mandato de Juan López Sánchez. Fue una etapa de suplicios y penurias. Al finalizar la primera temporada, López Sánchez realiza una importante operación financiera vendiendo los 22.000 metros cuadrados propiedad del Sevilla FC que se encontraban detrás de la grada de Gol Norte por una cantidad importantísima, pero insuficiente, debido a las grandes deudas que arrastraba el club. La situación extrema obliga a que se produzcan las ventas de Ruiz Sosa y Agüero, dos de los mejores jugadores.
Se tuerce el rumbo en lo deportivo al incorporarse efectivos de menor calidad que los que abandonaban la entidad, no quedando más camino que confiar en la cantera. Gallego, en edad juvenil, es subido al primer equipo, pero todo el sevillismo sabía que si el de Puerto Real cumplía las expectativas que había creado, pronto sería traspasado, tal como sucedió.
Durante el mandato de Juan López Sánchez, tres técnicos comenzaron sendas temporadas: Otto Bumbel, que consiguió un mediocre noveno lugar, Fernando Daucik que aún lo clasificó más bajo, concretamente en el lugar décimo, y finalmente Ignacio Eizaguirre, que no llega a cumplir la temporada completa teniendo que ser sustituido por Juan Arza, que al final logra parar el descenso del equipo que irremisiblemente buscaba la Segunda División.
Juan López Sánchez se rodea de amplios sectores del sevillismo y nombra como vicepresidentes a Antonio García Carranza y Fernando Robina, y como vocales a Pedro Cava, Francisco Alcalá, Fernando López, Manuel Burgos, Carlos Sundheim, Manuel Zafra, Luis Ibarra, José Huesa y al incombustible Antonio Sánchez Ramos. En su segundo año de mandato incorpora caras nuevas a su consejo directivo como José María Alcalá, Joaquín Castro y Carlos Carvajal. Antes de llegar a cumplir el tercer año, tiene que dejar la nave sevillista por recomendación médica.
López Sánchez fue un presidente que trató en todo momento de superar las adversidades y enderezar el rumbo del club, pero la losa de la construcción del Sánchez-Pizjuán era demasiada pesada y pasaría factura durante muchos años.