Paco Gallego (Puerto Real, Cádiz, 4-marzo-1944) encarnó en sus 20 temporadas en Primera División los valores de la profesionalidad y el sacrificio que debe tener un jugador de fútbol para triunfar. Siendo muy joven dejó su pueblo para integrarse en los escalafones inferiores del Sevilla FC. Dejó atrás una familia de nueve hermanos que él mismo, trabajando desde muy pequeño, contribuía a mantener. Tal vez porque desde siempre tuvo que pelear con la vida para ganarse su sitio, desarrolló un carácter indomable y espartano en los terrenos de juego.
Con 18 años se proclamó campeón de Copa juvenil en 1962, levantando el título como capitán. Fue el primero de los muchos éxitos deportivos de una carrera verdaderamente ejemplar. Ya había debutado en el primer equipo, en el viejo Sadar, con Antonio Barrios. En la 61/62 jugó sólo cuatro partidos, pero ya en la siguiente se hizo un hueco en el once, jugando codo con codo con quien hasta ese entonces había sido su ídolo, Marcelo Campanal. Nadie mejor para recoger el testigo de la furia y la casta que abanderó el asturiano hasta entonces. En poco tiempo se convirtió en uno de los mejores centrales del país y de hecho Diego Villalonga lo convocó para disputar la fase final de la Eurocopa del 64. Gallego se proclamó campeón de Europa, sin jugar, dado que en aquella época no había cambios.
Pieza codiciada se va con 20 años
Tras tres años magníficos y 20 recién cumplidos, le llegó el momento de salir de Nervión en mayo de 1965. El Sevilla pasaba por una delicadísima situación económica, hasta el punto que los propios directivos tenían que garantizar con su capital las fichas del primer equipo y los gastos del club. Gallego era la pieza sevillista más codiciada, de modo que el presidente Juan López Sánchez no dudó en venderlo sin consultarle cuando se presentó la ocasión. El agente Luis Guijarro, que lo había comprado, lo ofreció a varios equipos. Al final su destino fue el FC Barcelona, donde militó 10 temporadas y marcó una época. Lo aupó a ser titular fijo en la selección, disputando el Mundial del 66. En la ciudad condal suplió a Olivella, un central en cierta medida antagónico a sus características, refinado y elegante, pero falto quizás del empaque necesario para defender un área. Gallego dio consistencia y lideró la zaga culé durante esos 10 cursos consecutivos. Campeón de Copa en dos ocasiones, ganó una Copa de Ferias y finalmente logró el título de Liga en la 73/74, once en el que brilló Johan Cruyff.
En el 74 el Sevilla de nuevo pasaba un momento deportivo complicado, enlazando dos cursos consecutivos sin ascender a Primera. El presidente Montes Cabeza pensó en Gallego para liderar el nuevo proyecto, sobre todo por sus galones y experiencia. El gaditano accedió volver a casa. El FC Barcelona se negó a venderlo para afrontar con garantías la Copa de Europa. En la siguiente campaña se lesionó del menisco y parecía entrar en el ocaso de su carrera con 31 años. Un futbolista cualquiera, sí, pero no un hombre del pundonor de Paco Gallego.
Vuelta a casa
Montes Cabeza tocó de nuevo a su puerta. En esta ocasión no encontró impedimentos para poder regresar al Sánchez Pizjuán. Lo hizo con la lesión a cuestas y no tardó en cuestionarse en ciertos foros la idoneidad del fichaje. La pregunta de si venía para un retiro dorado parecía inevitable. Pero el gaditano solventó pronto las dudas; en su primer partido incluso marcó un gol en el triunfo ante Las Palmas. El Sevilla, que regresaba a Primera, encontró en él el oficio necesario para asentarse en la máxima categoría con un equipo plagado de jóvenes.
Gallego volvió a cuajar a un nivel excepcional, hasta el punto que de nuevo se le reclamó para la selección, pero nunca volvió. En el verano de 1979, tras cuatro campañas en las que fue un indiscutible, las dos últimas como capitán, acabó su vinculación contractual con el Sevilla. Con 35 años, el club lo despidió por todo lo alto, organizando un partido homenaje en agosto ante el Barcelona. Tarde maravillosa en la que el eterno ‘5’ recibió todo tipo de agasajos por parte de cientos de peñas y compañeros de ambos equipos, además de que el ministro de Cultura y Deporte, Manuel Clavero, le impusiera la medalla al Mérito Deportivo.
Cuando parecía que el final había llegado, Paco Gallego fue reclamado de nuevo por la grada del Sánchez Pizjuán. El comienzo de temporada no podía ser más inhóspito para el equipo que dirigía Miguel Muñoz. Montes Cabeza captó el mensaje de la hinchada y le pidió formalmente su vuelta. Paco Gallego, ya fuera de forma, asintió y se puso a disposición del sentimiento que todavía hoy corre por sus venas. En esta 3ª etapa ayudó a dar estabilidad al vestuario, donde su liderazgo resultó indiscutible. Y su dorsal ‘5’, ese cinco rojo a la espalda al que tanto lustre dio, en noviembre de 2013, pasó a ser el VI Dorsal de Leyenda de la entidad.