El Sevilla-Las Palmas de este domingo es el claro ejemplo de lo imprevisible que puede ser el fútbol si no se está ojo avizor ante cualquier rival de la categoría. La muestra evidente fue la ida liguera en la tarde isleña en la que se iniciaba el otoño: derrota 2-0 ante el cuadro amarillo, un gol a la media hora de cada tiempo, marcados por Roque y Alcaraz, jugadores que llevan sólo ese gol en la Liga y no han vuelto a anotar. Si Nervión es un fortín -lo es ciertamente- no valen las diez victorias consecutivas firmadas este curso. Para sumar una más (que igualaría el registro de 11 en 2006) hay que volver a demostrar en el césped que eres mejor que el rival. Las estadísticas no meten goles; hay que mostrar cada día concentración e intensidad. Además, los de Quique Setién han mejorado su imagen y es un adversario más peligroso de lo que dice su posición en la tabla.
Los 30 puntos del Sevilla en casa contrastan con los 3 de Las Palmas fuera
Con el regusto cercano de estar de nuevo en una final de Copa, esta cita dominical puede ser el llamado partido ‘trampa’ que ofrece muchas opciones para seguir sumando en casa de tres en tres, pero -según la frase apócrifa atribuida a Helenio Herrera, que él desmintió- ‘ganar sin bajarse del autobús’ no es el camino; a priori no hay victorias fáciles. La actitud debe ser la misma que el jueves pasado. El choque enfrenta al tercer equipo de la Liga en puntuación casera, el Sevilla (30 puntos), y al colista en esa tabla parcial como visitante: los canarios suman sólo tres puntos (de tres empates). Sin embargo, lo singular del fútbol, que lo hace distinto, es que dichos empates fueron sorpresas en los tres casos en estadios de postín: Balaídos (3-3), Mestalla (1-1) y San Mames (2-2). No es pues para fiarse.