Andrés Palop se puso bajo de palos dejando tras de sí la hinchada del RCD Espanyol de Barcelona. Los pericos anhelaban cobrarse la afrenta de Leverkusen de casi 20 años antes, cuando cayeron por penaltis y perdieron a doble partido una Copa de la UEFA que tenían ganada en la ida. El guión apuntaba a la llamada justicia poética en versión blanquiazul, pero meses atrás el portero del Sevilla FC había escrito su propia historia de épica de obligado final feliz. Aquel testarazo mágico que hechizó al gélido invierno de Donetsk era sólo un punto y seguido. Todavía quedaba una página más para apuntalar su leyenda. Justo este martes se cumplen diez años de aquella cita inolvidable de Hampden Park y aquella noche sigue siendo inmortal en el corazón del sevillismo.
Antes de que la gloria se resolviera desde los once metros, el Sevilla FC había disputado una vibrante final que terminó con empate a uno en el tiempo reglamentario y con empate a dos en la prórroga. Comenzó golpeando el equipo de Juande Ramos con tanto de Adriano, empató Riera y ya en el añadido Kanouté hizo un 1-2 que parecía definitivo. Pero cuando todo apuntaba a un final sin sobresaltos Jonatas conectó un trallazo imparable a cuatro del final, jugando el Espanyol con uno menos, y llevó la finalísima a una incierta tanda de penaltis.
Tomó la responsabilidad en el comienzo Frederic Kanouté, que hizo el 0-1. Luis García dio la réplica y fue entonces cuando la mística de Andrés Palop emergió para comenzar a encumbrar al Sevilla FC por segundo año consecutivo en la que con el tiempo se ha convertido en la competición que mayor prestigio le ha reportado. Dragutinovic convirtió el segundo penalti, pero Pandiani recortó distancias. Turno para Daniel Alves, que la manda arriba. De brasileño a brasileño, Jonatas, en estado de gracia tras el golazo convertido, coloca el esférico en el punto fatídico. Si marca el Espanyol empata, pero no, otra vez Andrés Palop caza la intención de su contrario y mantiene la ventaja. Antonio Puerta se pide el cuarto y con aplomo hace el 1-3. Torrejón recoge el testigo. Si acierta todavía hay vida para el Espanyol… Dispara y Palop desvía con la magia de su guante derecho, estirándose como sólo se estiran los llamados a capitalizar la grandeza. Palop por tercera vez se impone desde los once metros y el rojo de Hampden Park explosiona de júbilo.
Diez años han trascurrido pero el recuerdo de la proeza de aquel Sevilla y de su portero sigue muy vivo, imperecedero ante el siempre inevitable paso del tiempo. No es para menos. En uno de los templos del fútbol mundial el Sevilla se consolidó como un grande de Europa y Andrés Palop se coronó con una actuación antológica como mito eterno del sevillismo. Y cuando todo acabó, cuando desvió el deseo de Torrejón, corrió por el césped mientras sus compañeros lo buscaban y lo abrazaban. Y todos se abrazaron, en la hierba y en las gradas, en Glasgow y en Sevilla… Y los abrazos han continuado al son de los éxitos y triunfos de una era nueva en la que Nervión ha recuperado la grandeza perdida en la segunda mitad del pasado siglo.