Un año más el Sevilla FC se impuso en El Gran Derbi sevillano. No lo hizo con la suficiencia de temporadas anteriores, le costó, y tuvo que trabajarlo mucho, porque el partido tuvo en líneas generales más aspereza que fluidez. El juego se llevó al cuerpo a cuerpo, al choque y al encontronazo por parte de un rival que buscó desde el comienzo desconectar el ritmo de juego nervionense. Pero dentro de la tosquedad en la que se desenvolvió el encuentro, fue el Sevilla el que más lo buscó y quien más empeño puso para apuntarse el triunfo, que llegó con otra jugada a balón parado, la cuarta de esta campaña, gracias a un cabezazo casi a ras de suelo de Mercado.
El Gran Derbi de este martes no se recordará por la vistosidad del espectáculo, pero sí por los tres puntos y la inyección de moral que supone derrotar al eterno rival. El partido fue feo, ésa es la verdad. El Betis propuso un choque aguerrido y el Sevilla, sobre todo en la primera mitad, fue incapaz de evitarlo, aunque no fue por falta de voluntad. La tensión, en definitiva, pudo con la calidad y en eso quien salió perdiendo fue el equipo de Sampaoli, que pese a tener centrocampistas de mucho talento como Nasri o Franco Vázquez, se mostraba incapaz de ser constante arriba. Fueron los laterales, Mariano y Escudero, además de Vitolo, quienes ponían mordiente a un choque donde todo estaba demasiado trabado. Aun así, las pocas situaciones de gol que hubo en el primer acto fueron de los locales, que mandaban en el peso del choque, liderados en la medular por un Nzonzi enorme que dominó la zona ancha tirando de jerarquía.
El Sevilla superó la propuesta aguerrida del Betis tirando de perseverancia y oficio