El Sevilla FC siempre vuelve en el Ramón Sánchez-Pizjuán. No es la primera vez que le ocurre en esta temporada. No es la primera vez que comparece en casa en el alambre, en situación crítica por su enésimo traspié a domicilio. Y no es la primera vez que se crece y se multiplica ante las adversas circunstancias, respaldado por su hinchada, impulsado por ese punto de coraje que le hace diferente cuando juega como local. Esta vez el que estaba en frente era todo un Villarreal, que puso el listón muy alto, pero que acabó sucumbiendo ante la raza de este Sevilla que todo lo puede al calor de Nervión.
Después del decepcionante encuentro ante el Getafe y el desabrido paso por Basilea, el Sevilla se jugaba ante su gente un nuevo encuentro al límite. Y lo hacía ante un rival poderoso como el Villarreal, sólido en la cuarta plaza y con unos números defensivos tan sólo superados por el Atlético de Madrid, hasta este domingo. Pero al Sevilla no le tembló el pulso. Como casi siempre cuando juega como local, salió a mandar y mandó, generó ocasiones y se puso por delante en el minuto 23, después de que Iborra culminara a placer una sensacional contra, que emergió con una delicadeza de Konoplyanka y tuvo continuidad en una eléctrica galopada de Gameiro, que sin meter la pelota en la red rubricó con su velocidad el tanto. Fue una de las muchas carreras del galo que puso en pie a Nervión.
El Sevilla se vio contra las cuerdas al descanso por la enorme pegada del Villarreal
El Sevilla abría brecha de forma justa, porque lo buscaba y lo merecía. El partido se ponía de dulce, pero el que estaba en frente es uno de los mejores del campeonato y no tardó en demostrarlo. En apenas un cuarto de hora, con dos tantos de Bakambu, el Villarreal ya le había dado la vuelta al marcador, en el segundo con una soberbia asistencia de Adrián que por momentos dejó helado el Sánchez-Pizjuán.