Sevilla FC-Spartak de Moscú, segunda cita oficial de la historia ante los moscovitas y primera en el -tantas veces invicto- Sánchez-Pizjuán, para volver a demostrar que se aprende más de las derrotas que de las victorias y que el conjunto ruso -al que le salió todo bien en la ida- es un rival peligroso pero perfectamente abordable con la máxima concentración y la intensidad colectiva como norma de conducta de unos jugadores que pueden hacer historia en la máxima competición continental. Es el punto de inflexión clave en la resolución del grupo E.
Se entrecruzan el espíritu que debe presidir siempre los retos Champions con la coyuntura actual del efecto denominado búmeran, en el sentido de devolver a los rusos la noche mágica sufrida en Moscú, de acierto sevillista ante la portería rival, como lo refleja el dato de que el Spartak sólo tuvo en casa el 38% de posesión de balón y realizó menos disparos que el propio Sevilla. Los de Berizzo ofrecieron los mejores minutos del curso, teniendo Ben Yedder el 1-2 en sus botas. Pero en fútbol, goles son amores y no buenas razones.
Los de Berizzo deben responder con el espíritu Champions a un sevillismo que es exigente pero aún más fiel en las grandes citas
Como queda dicho, el partido de ida es la mejor y más cercana referencia de lo que pudo ser. En la retina de los sevillistas permanece el gran juego desplegado por los de Berizzo en los inicios de la segunda mitad, tras el 1-1 del descanso (goles de Promes y Kjaer). Pero, tras la ocasión de Ben Yedder, llegaron en 15 minutos tres goles de Melgarejo, Glushakov y Luiz Adriano, completado por un cuarto en el 90 por parte del holandés Promes, autor de 2 goles y 2 asistencias. Noche mágica para los rusos y aciaga para los sevillistas. Este miércoles europeo hay que pelear por invertir la fotografía: noche estelar nervionense al calor de los suyos.