El cristal con el que se miran las cosas de la vida, y también del fútbol, suelen determinar cómo se afrontan esas cosas. Y es que resulta casi inevitable que, tras levantar siete veces el trofeo de la UEFA Europa League, la afición sevillista relativice de alguna manera lo que supone ganar un título europeo. Eso no pasó en 2006, cuando llegó la primera y los aficionados casi tenían que pellizcarse para comprender qué estaba ocurriendo. 17 años después, algunas generaciones de sevillistas viven lo de Budapest como algo nuevo y la mayoría tienen un bagaje en mayor o menor medida, pero todos han vivido la séptima con mucha más intensidad que sus hermanas mayores. Ahí está el cristal tan diferente con el que se mira esta vez, el de haber sufrido mucho a lo largo de la temporada para acabar levantando plata al final. El premio es exactamente el mismo de aquellas veces, pero, desde lo de Eindhven, la montaña a escalar nunca había vuelto a ser tan alta.
Por ello, nada más tomar tierra en Sevilla procedente de tierras húngaras, la plantilla nervionense se vio arropada por miles y miles de aficionados por toda la ciudad. Ya incluso en el trayecto hasta las proximidades del barrio de Nervión, donde esperaba la primera parada del recorrido para ofrecer el trofeo a las Hermanitas de los Pobres y los ancianos que viven en su residencia de Luis Montoto. De ahí, cada vez con más público aguardando, hacia el casco histórico de la ciudad hasta entrar, por la calle San Fernando, hasta la Puerta de Jerez. Abriendo el perímetro que protegía la fuente desde las horas previas a la final, el presidente José Castro, el vicepresidente José María del Nido Carrasco y los capitanes Jesús Navas e Ivan Rakitic, cumplieron con la tradición de ofrecer el título a la diosa Híspalis. Y a solo unos metros, siguiente parada en la Catedral. Este año, además de la tradicional visita a la Virgen de los Reyes en esa ofrenda de inicio de temporada, ha tocado volver para agradecer la ayuda divina en la llegada de un nuevo título a la ciudad.
El trayecto por la Avenida de la Constitución evidenció la enorme cantidad de público que aclamó la llegada de un nuevo título europeo
Y para no perder las costumbres de siempre, el siguiente capítulo fue la parada en el Ayuntamiento, donde esta vez sí, bajó toda la plantilla del autobús para disfrutar de un auténtico baño de masas en la Plaza Nueva. Antes, el alcalde en funciones de la ciudad, Antonio Muñoz, recién llegado también de Budapest, agradeció la visita, felicitó al club y a la afición y recibió, como recuerdo, una réplica a pequeña escala de un trofeo más que familiar en Sevilla. Luego tocó salir al balcón y varios pesos pesados de la plantilla y dirigentes tomaron la palabra, tanto para hablar de lo conseguido como para entonar cánticos con la afición. Y tras atravesar de punta a punta una avenida a rebosar de público, era el momento de aumentar el ritmo para tomar rumbo al Ramón Sánchez-Pizjuán, donde ya esperaban miles de sevillistas el inicio del show final. En un espectacular escenario, música y un llamativo juego de luces, Javi Nemo fue el maestro de ceremonias en un motivo acto en el que hubo tiempo para todo. Incluso para cumplir la promesa de celebrar, cuando la pandemia lo permitiese, la sexta UEL de 2020. Para ello, Diego Carlos, De Jong y Banega regresaron a casa y la ofrecieron, tres años después, a la que todavía sigue siendo su afición.
Simbólico gesto con protagonismo tres que ya no están sobre el césped pero que nunca se irán de la historia, en letras mayúsculas, del club. Sin embargo, hoy era sobre todo el día de la séptima y sus artífices fueron apareciendo poco a poco sobre el escenario. También José Luis Mendilibar, de los más aclamados durante todo el día. Mucho se pidió su renovación y el presidente aprovechó para, en primicia, anunciar que el club le ha presentado ya una oferta para que continúe en el cargo de cara a la próxima temporada. Volvía a ser momento de discursos, recuerdos, agradecimientos y mucho cántico en simbiosis con la grada, en una noche que quedará marcada. El Sevilla FC celebró la Europa League casi como la primera vez, porque nadie, absolutamente nadie, la quiere como nosotros.