La vida le sonríe a Walter Montoya. El jugador argentino es feliz y espera su oportunidad para poder ayudar al Sevilla FC. Haber llegado a ser profesional es el sueño que persigue todo niño que comienza a jugar al fútbol. El camino hacia la elite es largo y exige muchos esfuerzos por parte del propio jugador y de su familia.
Es algo que ha vivido en primera persona el centrocampista que con 13 años se vio obligado a separarse de su familia y amigos, dejar su ciudad a 800 kilómetros para luchar por su sueño. Así lo recordó en A Balón Parado en la pasada noche de jueves: “Cuando existió la posibilidad de irme a Rosario, está a 800 km de Machagai, ciudad donde crecí y dejé a mi familia. Fui a una pensión, y allí arrancó mi vivencia en Rosario. Sólo conocía el camino de la terminal a la pensión, era para mí una ciudad tan grande…terrible, estuve meses sin salir, estaba asustado. Tenía sólo 13 años, fue muy duro, pero luego llegó la recompensa”.
“Si tenía que volver a Rosario, tampoco era malo, pero estando aquí, quería quedarme”
Tomar la decisión de marcharse a Rosario no fue al azar: “Me llegó la llamada y se lo comenté a mis padres. Nos sentamos y yo estaba asustado, pero mi madre me dijo que debía luchar por lo que me gustaba. Al principio fue horrible, pero también te quedan muchos amigos que vivieron la misma experiencia. Desafortunadamente, no tuvieron la posibilidad de triunfar en el fútbol, pero queda la amistad por encima de todo”.
Además del cambio a nivel personal, también vivió un giro en su posición, aunque este aspecto fue más llevadero: “Cuando empecé a jugar en Machagai era mediapunta, jugaba de enganche. Cuando llegué a Rosario, en Asociación Atlética Jorge Bernardo Griffa, faltó un compañero que jugaba de defensor y el técnico me preguntó si podía jugar ahí, y yo le dije que quería jugar y no me importaba dónde. Jugué todo el tiempo de 4. Crecí rápido allí, siempre jugaba con una categoría o dos más que la mía”.