El Sevilla FC ha sacado adelante un partido complicado, donde a pesar de estar demasiado espeso para cuajar su fútbol supo imponerse y amarrar un triunfo que tiene su mérito, después del gran esfuerzo del martes ante la Juventus. La victoria, de hecho, fue sufrida hasta la última acción, sacando Sergio Rico una mano izquierda de oro para repeler un trallazo de Gayá que podía haber significado el empate. El cansancio, físico y mental, hizo mella en muchos de los hombres de Jorge Sampaoli, pero el equipo se sobrepuso tirando de orgullo y eficacia arriba, así como sabiendo resistir atrás cuando el Valencia se volcó en el tramo final.
No todas las victorias pueden ser lúcidas, pero victorias son victorias, que es lo que cuenta. Desde el comienzo se vislumbró que el Sevilla, con muy pocas novedades en el once con respecto al martes, no andaba sobrado. La apuesta de dominar la pelota y generar peligro se perdía por reiterados fallos en entregas y controles de los jugadores locales. El Valencia, por suerte, tampoco se soltaba, incapaz de aprovechar las excesivas concesiones que concedían los locales tratando de sacar la pelota jugada. Todo ello hizo que el fútbol brillara por su ausencia en un frustrante primer acto.
En la primera parte el equipo estuvo muy espeso y las imprecisiones fueron constantes
Sampaoli reaccionó en el descanso. Quitó a Escudero y sacó a Kiyotake para generar superioridad en el centro del campo. El japonés no tardó en alegrar el ataque de los hispalenses y de hecho fue un pase suyo a Vitolo el que dio inicio a la jugada del primer gol, después de que Garay desviara a la red un centro del canario. El Sevilla sacaba petróleo de un partido verdaderamente gris, aunque el gol no lo reafirmó en un choque que seguía atragantándose en casi todos los lances, especialmente en la salida del balón.