La Supercopa de España ya es historia. Y mejor así, porque el Sevilla no ha tenido en el doble enfrentamiento ante el FC Barcelona ni fortuna ni capacidad para desarmar a los azulgrana. Si el domingo se echaron en falta las ocasiones, este miércoles en la primera mitad el equipo nervionense tuvo un buen puñado de ellas, incluso un penalti, pero fue incapaz de hacer gol. Lo pagó en una segunda parte en la que, como en la ida, el Barça volvió a imponer su ley sin apenas oposición.
El encanto del fútbol tal vez reside en contradicciones tan notables como la que ha vivido el Sevilla en esta Supercopa. En la ida el equipo jugó una gran primera parte, pero fue incapaz de concretar situaciones de gol. Como si se hubiera empeñado en demostrar que aquello fue una mala noche en ataque, en el Camp Nou tuvo en los primeros cinco minutos hasta tres clarísimas oportunidades, con remate a la madera incluido, para adelantarse en el marcador y quién sabe si soñar con hacer la machada. Pero ni Ben Yedder, con un mano a mano y un cabezazo al palo, ni Ganso estuvieron certeros y el Barcelona, después de diez minutos de verdadero apuro, no tardó en decir presente con gol de Arda Turan, zanjando de ese modo cualquier tipo de ilusión de los visitantes.
El Sevilla salió avasallando y generando ocasiones mayúsculas que no supo aprovechar
Haber peleado contra todo pronóstico por la Supercopa hubiera sido demasiado bueno para ser verdad, pero lo cierto es que pudo haber sido así si hubiera tenido mayor pegada en el primer acto. Con una defensa de tres, jugando Iborra en el centro acompañado de Mercado y Diego González, el Sevilla salía al campo repleto de novedades en todas las líneas. No afectó, sin embargo, la revolución en el once, para nada. El Sevilla protagonizó un arranque de vértigo y sólo un Claudio Bravo en estado de gracia impidió un gol que podía haber puesto emoción al cruce.