Allá por 2017, Pablo Blanco dijo de él que alcanzaría los 600 partidos oficiales con la camiseta del Sevilla. Una vez más, estaba en lo cierto en su intuición sobre Jesús Navas. Y es que aquel chico que le llamó la atención sorteando charcos en Los Palacios, acabaría arrebatándole casi 20 años después la condición de jugador con más encuentros en el equipo de Nervión. Esta noche, ante el Cádiz CF, se alcanzaron esos 600, que le permiten alejarse ya a más de 150 duelos del propio Blanco, el segundo de la lista. Siete títulos le alumbran como blanquirrojo -tampoco en eso tiene rival-, con tres de la UEFA Europa League, dos de la Copa del Rey, una Supercopa de Europa y otra de España. Quizás le quedaba pendiente levantar uno de ellos con el brazalete de capitán, un deseo del que se pudo desquitar en 2020 en Colonia.
Y es que a sus 36 años, Navas lo tiene, futbolísticamente, prácticamente todo. Hasta la medalla de campeón del mundo de 2010 en Sudáfrica. Sin embargo, sigue peleando cada balón como cuando, hace ya 18 años y medio, debutaba en Primera de la mano de Caparrós en Montjuïc. Una temporada después se estrenaría como goleador en la Copa ante Osasuna, y su primer tanto liguero llegaría en San Mamés, tras aquel recordado eslalon dejando atrás jugadores del Athletic. Todo fue muy rápido y en su tercera temporada en la élite ya era campeón de aquella UEFA de Eindhoven que disfrutó siendo un niño.
Y es que esa condición de niño quizás haya desaparecido ya de su DNI, pero no de su juego. Aquel que le llevó a explorar la Premier League durante cuatro temporadas en el Manchester City, donde también siguió levantando plata. Pero él, mejor que nadie, sabía dónde estaba su sitio. Regresó a casa cerca de los 33 años pero lejos de pensar en un retiro dorado. Se puso manos a la obra desde el principio y asumió un nuevo rol dentro del campo, tanto con el brazalete como situado algo más atrás en el dibujo. Pero siguió siendo el mismo ejemplo para todos, tanto dentro como -y esto es lo más importante al fin y al cabo- fuera de él. Su sueño se hizo realidad en Colonia, pero aquí tampoco acabaron las ganas de ganar de Jesús, que anoche en Nervión vivió su partido 600. ¡Y que sean muchos más!