Juan Carlos Unzué Labiano (Orkoien, Navarra, 22 de abril de 1967) se inició como futbolista en su localidad natal, donde comenzó compaginando el puesto de guardameta con el de jugador de campo, hasta ingresar como juvenil en la cantera del Club Atlético Osasuna. Su gran oportunidad le llega el 8 de febrero de 1987, cuando Roberto Santamaría, el entonces portero titular osasunista, cae lesionado tras cometer penalti sobre un jugador del Real Murcia. Unzué, que saltó inmediatamente al campo para enfrentarse al lanzamiento de la pena máxima, no pudo mostrar una mejor tarjeta de presentación en su debut en Primera División, pues paró el lanzamiento ejecutado por el murcianista Miguel Sánchez.
A comienzos de la temporada 1988/89, con tan solo 21 años, Unzué es fichado por el FC Barcelona de Johan Cruyff, quien vislumbra y valora el enorme potencial del portero navarro, que ya se destacaba por su calidad con los pies y su juego adelantado, facetas poco comunes en un guardameta de aquella época. El joven Unzué permaneció dos temporadas en el club blaugrana, donde conquista una Recopa de Europa y una Copa de Rey. Sin embargo, durante su estancia en la Ciudad Condal, Unzué coincide con el meta vasco Andoni Zubizarreta, hecho que limitará sus apariciones en la portería barcelonista, que se ven reducidas en ambas campañas (1988/89 y 1989/90).
Su llegada a Nervión
En el verano de 1990, ya con 23 años y habiendo sido internacional en las diferentes categorías inferiores de la Selección Española de Fútbol,
Unzué abandona el FC Barcelona y recala en Nervión. Con su fichaje, fruto un trueque entre ambos clubes —el canterano Nando por el guardameta navarro— se cumplía un viejo anhelo del presidente Luis Cuervas, quien ya intentó su incorporación años atrás, cuando Unzué aún pertenecía al CA Osasuna. Con la llegada de Unzué, el Sevilla FC de Vicente Cantatore pretendía cubrir la baja del mítico portero ruso Rinat Dassaev, cuyas maltrechas rodillas le impedían seguir compitiendo al máximo nivel. Para completar el puesto, ese mismo verano, procedente del filial sevillista, se incorporaba al primer plantel Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi.
Desde un primer momento, Unzué sacó a relucir sus enormes cualidades innatas como guardameta. A su juego adelantado y con los pies, Unzué unía agilidad, reflejos, un excelente ‘uno contra uno’ y, gracias a su potencia, agresividad y valentía, un buen juego aéreo. En esta última faceta, a pesar de no destacar por su elevada estatura, también contó con las enseñanzas de uno de sus ídolos, Rinat Dassaev, un especialista que pasó a ocupar el puesto de entrenador de porteros.
Referencia en la meta sevillista de los años 90
Con un total de siete temporadas en la entidad (1990-91 a 1996/97), Juan Carlos Unzué es, sin duda, el portero de referencia de aquel Sevilla FC de la década de 1990. Titular indiscutible durante sus cinco primeras campañas en Nervión, alternó el puesto con Monchi en las dos últimas. A lo largo de su estancia en el club, Unzué sumó 257 partidos oficiales —solo superado por el también Dorsal de Leyenda José María Busto y por Andrés Palop— y un total de 99 victorias. Es el segundo guardameta con más minutos de competición de Liga en la portería sevillista, concretamente 19.947. Solo cuatro cancerberos superan sus siete temporadas de permanencia en el club: Palop, Mut, Manolín Torres y Busto. Además, en la Liga de 20 equipos, es el único meta blanquirrojo que ha hecho pleno de jornadas en más de una campaña. Concretamente, lo logró en la 1991/92, 1992/93 y 1994/95. Su promedio de goles encajados por partido es de 1,24 —décimo mejor coeficiente entre los que han disputado diez o más encuentros—.
En su última temporada en la entidad, 1996/97, Unzué vivió lo que él mismo llegó a calificar como su momento más amargo en su trayectoria como futbolista: el descenso del Sevilla FC a Segunda División. Una lesión sufrida durante el verano, en el quinto metatarsiano, le impidió comenzar la temporada, cediéndole el puesto a Monchi. Ya en el último tercio de la campaña, con la llegada de Julián Rubio, que sustituía a Bilardo al frente del banquillo sevillista, Unzué recuperaba la titularidad. Con Rubio y su apuesta por la cantera, el equipo comenzó a mostrar síntomas de mejoría. Sin embargo, la entidad terminó abocada a un trágico descenso de categoría en el Carlos Tartiere. Tras regresar de Oviedo, ya en el aeropuerto de Sevilla, a Unzué le impresionó la recepción y muestras de cariño de los aficionados sevillistas allí desplazados. Años más tarde, cuando el Sevilla FC conquista Europa, Unzué confiesa que es la imagen de aquellos aficionados la que se le viene a la mente con cada éxito de la entidad. Meses después de aquel trágico descenso, aunque Unzué llegó a realizar gran parte de la pretemporada con el Sevilla FC, cuyo escudo estaba dispuesto a defender incluso en Segunda División, el meta navarro era traspasado al Club Deportivo Tenerife. Tras su paso por Nervión, su carrera como futbolista se alargaría durante seis temporadas más, ‘colgando los guantes’ donde comenzó su periplo deportivo, en el Club Atlético Osasuna.
Juan Carlos Unzué marcó toda una época en la portería del Sevilla FC, dejando una profunda huella en la memoria de los aficionados. En 2005, con motivo del Centenario, una multitudinaria consulta entre más de 5.000 sevillistas eligió el nombre de Juan Carlos Unzué como uno de los 100 mejores jugadores en la historia de la entidad. Una vez finalizada su carrera como futbolista, se integró como entrenador de porteros en el cuerpo técnico del FC Barcelona, primero junto a Frank Rijkaard y luego con Pep Guardiola. Posteriormente, en 2010, inició su carrera como primer entrenador en el CD Numancia de Soria. Tras regresar a su puesto anterior en el club azulgrana en la 2011/12, pasó fugazmente por el banquillo del Racing de Santander, para convertirse en 2013 en segundo entrenador de Luis Enrique en el RC Celta de Vigo. Unzué acompañó también al asturiano en su etapa como entrenador del FC Barcelona, con el que logró dos ligas, tres copas y una Champions League. En la temporada 2017/18 vuelve a Vigo, ya como primer entrenador, mientras que, en 2019, un año antes de anunciar que padecía esclerosis lateral amiotrófica, pasó también por el banquillo del Girona FC.